El lobo

Enfadada y herida, me miras con desespero en los ojos. Allí donde antes había dulzura ahora sólo existe el principio de la incomprensión y el dolor. Hemos pasado de una risa a una discusión y por más que buceo en los anteriores recuerdos, no soy capaz de atinar que incendió tu carácter. Tus labios finos y rosados, que tantos besos he colmado, están rígidos y prietos. Seguramente habré sido el culpable de la situación, al menos lo dice mi condición de hombre, pero me perdonarás que tu condición de mujer me obligue a no comprender la totalidad de tus cambios de humor.

Me pillas en un silencio, de esos en los que estaba recorriendo tu cuerpo y has pronunciado una pregunta que no he escuchado. ˇMaldición! Inquisitiva me interrogas con todo tu cuerpo, así que entre las defensas posibles encuentro un viejo reproche que no viene a cuento y ˇoh! ˇSí! Ahora si siento la tormenta en todo mi cuerpo. ˇDios como te deseo! Esa explosión de tu fuerza emocional que rompe todas mis barreras de comprensión. Tú ya has avanzado miles de kilómetros desde el principio de la discusión y yo aún intento saber dónde estuvo el principio. Has barrido mi árbol genealógico y parte de mi futura descendencia, en una espiral de fuego que emana de nuestros cuerpos, cada vez más tensos. Lo que daría por besarte justo en este instante.

Ahora las palabras son dagas voladoras, ni el mithril es defensa para el daño que pretendemos en un estado de supervivencia, por ya no saber quién tiene razón, sino por encontrar un hueco donde hacer la herida más profunda. De la risa a las dagas afiladas en unos segundos, no sé si existirá arreglo para este infierno, pero lo que si tengo claro que de aquí no salimos enteros. Te miro y veo como frunces el ceño, estás radiante y hermosa y mi enfado se transforma en descaro, quiero tenerte entre mis brazos y transformar este sin enredo en lo que realmente sentimos.

Tenso, con los puños cerrados, las pupilas dilatas, los músculos marcados en la piel. Eres hermosa. Todo mi cuerpo reacciona ante el lobo que se aproxima, donde la razón va a dejar paso al primitivo instinto de devorar, de descarnar la realidad. Sólo pienso en saciarnos mutuamente. La fuerza visceral, la pasión por cazar y deleitarse con la presa. La evolución por un momento tendrá su pausa. El lobo está libre.

Me abalanzo sobre tus gritos y bajo la lluvia de tus empujones logro hacer el espacio suficiente para alcanzar tus labios. Los golpes no me duelen tanto como lo que nos hemos dicho, pero la furia que acumulo la descargo en un lascivo beso, en arrancar de tus labios toda esa ira que ha explotado en la habitación. Me muerdes y aúllo, te ríes y golpeas para zafarte. Tus ojos han perdido parte del enfado y la sorpresa asoma en tus verdes pupilas. Si, tu también me deseas. En el dorso de la mano la sangre que ha brotado del mordisco que me has dado. Lobuna, esa es la sonrisa que ahora luzco, porque aquí y ahora esta discusión se acaba.

Un paso adelante, uno tuyo atrás. La pelea se ha convertido en un juego, la caza a comenzado: tu serás la presa. Otro paso invadiendo tu espacio y la pared se alía con mi último recurso, me plantas cara con más gritos fingidos y elevando los puños. Ya estoy sangrando, ya no me importan las consecuencias y en uno de tus parpadeos te aprisiono con el cuerpo y vuelvo a tus labios. Giras la cabeza de lado a lado. La herida del labio duele, pero más nos dolerá seguir discutiendo. Adoro cuando tu cabello rojo está alborotado y no deja de excitarme todavía más. Sin tus labios, te beso en el cuello, lo lamo, te muerdo, en la barbilla, en la mejilla, en los labios besos por igual. Indefensa con tus manos apresadas en las mías. Jugando con el amor que te profeso y con el deseo que me despiertas y que ahora comienza a contagiarte. Tus pupilas dilatadas y la fuerza de tus golpes van menguando.

Ahora la furia es pasión y nos devoramos el uno al otro, la vida nos va en ello, porque nos amamos, no existe ningún mañana en el que despertar, es morir en brazos ajenos para el propio disfrute, para el placer ajeno. Así la discusión se ha perdido y la habitación comienza a oler a sexo. Pero antes, viene cuando reconozco mi error, el motivo de la discusión, la razón de tu furia. El perdón hecho voz en mis labios y ahí es cuando tú te transformas en la bestia y me aprisionas contras la pared para terminar esta batalla de sentidos. Tu eres cazadora y yo presa."


Publicado en 2015-03-30-08-00

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