Caricias
Sentir el roce, el calor, la intensidad, los dibujos que se forman en la piel. Cerrar los ojos y sentir, escuchar las palabras que transmiten cada una de las olas de placer que llegan por la piel. Así es una caricia, un diálogo de intimidad donde uno recibe tanto y el otro da aún más.
Cierras los ojos e intentas imaginar el camino que está dibujando, ya sea con la punta de los dedos o la mano al completo, juegan con cada milímetro de tu piel y tu sumiso, opones la mayor de las resistencias: disfrutar de la pasividad. Porque la caricia es un regalo inesperado, un afecto de ternura que desde el corazón forjan las palabras que se cuelan por tu piel. Ahí, en ese momento de pérdida de control, sucumbes al deseo ajeno, siendo blanco de capricho, juguete de sus dedos, ahí donde piel con piel se pierden, donde cariño y deseo se mezclan, ahí donde una caricia es toda una vida.
Esa es la caricia que sin nombre, cruza sin rumbo tu cuerpo, sabedora de su poder, se regocija en el tiempo y es lenta, eternamente lenta para demostrar cual es su poder. Y es rápida, como rayo de tormenta para recordarte lo efímera que puede ser. Esa sensación que se renueva con cada una de las caricias, ninguna se repite, todas florecen en tu mente, miles de colores que revolotean y un fuego intenso que marca tu piel, una marca que cada cual luce orgulloso en su propia intimidad.
No pierdas nunca las caricias, no dejes de regalarlas bajo palabras tiernas, bajo el mayor de los afectos, cada una de esas muestras de sentimiento que de forma espontánea o premeditada no sólo dejarán huella en tu piel, sino en cada una de las escenas que atesoraras en la mente, para luego recrearte en ellas y sentir lo que fuiste en manos amadas."
Publicado en 2015-03-22-12-14
Referencia: pivot/00312.php