La playa antes desierta

¿Te imaginas una playa desierta? Sin vida más allá de ti mismo. Sólo la salvaje naturaleza rodeándote por completo. Delante, el intenso azul y blanco de las olas que crecen y mueren, a tu espalda tan sólo una extensión sin civilización a la vista. Y ahí estás tú, llenándote de todos los sentidos en ausencia de distracciones.

Es cuando la mente revolotea en pensamientos y tú, cazamariposas en mano los intentas atrapar para devolverlos a sus cajones. Nada puede perturbar todas las sensaciones nuevas que llegan desde el horizonte, hasta colisionar con tus sentidos. Resulta difícil vaciarse, en el momento más inesperado ahí acude el recuerdo, gritando en plena playa. Con esfuerzo debes rechazarlo y concentrar la vista en la espuma que se crea en los pies, que tan cerca de las olas sientes sus caricias.

El agua está fría y la intensidad precipita que la piel se erice en defensa y deseo de querer más. Uno nunca está saciado de sensaciones, son cortas, dolorosas o placenteras construyen el carácter del momento y crean una muesca en el alma que hacen que siempre sean nuevas. Así recorre la sensación todo el cuerpo, de extremo a extremo, sacudiendo los pocos pensamientos que quedaban rebeldes y dejando paso a la verdad que tienes ante los ojos.

No existe mejor brisa que esa que calienta el sol, con aroma a agua y sal, a olas insistentes por llegar a la orilla, por llegar más lejos que su predecesora, ese mar apacible y misterioso, que puede ser salvaje y destructor. Una extensión sin conciencia que se acompasa al latido de la naturaleza y que no deja de contagiarte de energía, con tan sólo hundir un pie en la mojada arena. Pero cuando te das cuenta, el agua te llega a la cintura y no te importa que la ropa se pegue al cuerpo, te dejas llevar por el vacio que has conseguido en la mente y por playa antes desierta, ahora llena de ti."


Publicado en 2015-03-17-14-15

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