El suicidio

No se como ha empezado esto, pero ya he llegado demasiado lejos. No puedo pretender engañarme, pero aquí termina el camino. Es una noche tranquila, un final bonito para un principio desconocido. Ahora que veo que la vida se escapa, siento que el corazón late más aprisa. Que raro, debería ir más despacio hasta detenerse. Tal vez no lo vea detenerse, pronto perderé la consciencia y me encontraran tirado en el sofá, con el alma camino del infierno, con todos los pecados esperándome.

Ya he escrito la nota de despido, todas las letras creadas a mano, con la única tinta que he encontrado en la casa, en ella expongo mis sentimientos, mis pasiones, mis miedos. Podrán juzgarme si quieren, pero no creo que lloren. Tal vez al principio escondan la rabia, pero al final saldrá de su interior y reconocerán en mi al culpable de su drama.

Con esta ya son ciento cuarenta y siete pastillas que cuello abajo me llevan a mi destino. Empujadas por este agua embotellada, no he encontrado alcohol en la casa y abrir una botella de vino sólo para este suicidio resultaba pecaminoso, que esa botella sirva para un momento de alegría y no para un loco martirizado.

Otra pastilla. Que más da. Cualquiera de ellas puede ser la salvación que ando buscando, un alivio para el alma. Esta la retengo en mis dedos, es como todas las otras, redonda y pequeña, una perla envenenada. No me dejo engañar por su sabor dulzón y la mastico con furia, deleitándome con la ironía de destruirla antes de que me consuma.

Bien, mejor termino, estas son mis ultimas letras, aquí, tirado en el sofá, perdiendo la clarividencia. Adiós vida, adiós mundo. Muero aquí, con la nota en la mano izquierda y un frasco de homeopatía en la derecha.

Llaman a la puerta. Maldita homeopatía."


Publicado en 2010-02-03-11-01

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