Agua resbalando por la piel
Hoy ha sido uno de los pocos días que me he podido duchar solo. La ducha es uno de esos momentos terapéuticos que me ayudan a relajarme y a expandir los sentidos. Intento aprovechar esa soledad, cuando tengo tiempo, para vaciar cualquier emoción y relajar cuerpo, mente y alma.
El ritual es sencillo, lo primero es la rutina, enjabonarse pelo y cuerpo, para finalmente pasar a la etapa de aclarado, apenas unos minutos, los necesarios para aliviar el resto del día que acumula el cuerpo. Una vez finalizado el trabajo es cuando comienza el placer.
Subo la temperatura del agua al máximo que mi cuerpo puede aguantar y me coloco justo debajo del chorro del agua, dejando que resbale por la cabeza, la nuca y la espalda. Es en ese momento cuando me evado, me concentro en la respiración y comienzo a sentir como cada uno de los surcos de agua van abriendo camino en mi cuerpo. Visualizo el camino, siento su temperatura, noto como se desliza a toda velocidad, a veces en lineas rectas y el resto haciendo eses. Así estoy un rato, relajando el cuerpo.
Luego, aguantando la respiración meto la cara en pleno chorro, ahora dejo que el agua bañe el resto del cuerpo, con los ojos cerrado sin poder respirar, cerrando los ojos al máximo, escucho profundamente como salpica el agua, como rompe en la cerámica, me dejo llevar por esos sentidos. Me llevo las manos a la cara y protejo, respiro y aspiro el vapor que se ha concentrado en la ducha. Mientras el agua cae a cascada.
Me dejo llevar por los sentidos y los exploto, con la mente completamente vacía recorro cada una de las gotas de agua, desde lo alto de la cabeza, hasta que mueren resbalando por el pie. No hay forma de determinar el tiempo que pasó allí, completamente ajeno al mundo. No me importa si continúa girando, es un momento de tranquilidad, de completa paz interior, abusando de los sentidos y dejando que me transporten a un yo más tranquilo, apetecible y egoístamente mio."
Publicado en 2010-02-02-11-01
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