Ida y vuelta del trabajo

Durante mi caminar diario, discurro siempre por el mismo camino, ando y desando a diario, variando de vez en cuando la ruta, calles nuevas, caras diferentes y entre cada uno de esos pasos siempre me encuentro una historia, una acción, al que me devuelve de mis pensamiento y de mi piloto automático y me hace reflexionar.

La vida de peatón es peligrosa, ya lo he demostrado con anterioridad en otros post con intentos de atropellos y linchamientos varios. Pero si encima interactuar con los demás transeúntes es difícil, imaginar si tenemos que lidiar también con las entidades voladoras, conocidas también como ratas con alas o más comúnmente como palomas.

Aún no estoy totalmente despierto por la mañana, pero tengo memorizados exactamente los trozos de aceras por dónde no puedo pisar a determinadas horas, pues corro el peligro de llegar al trabajo con algún complemento biológico más en mi uniforme. Hay veces que incluso he tenido que cambiar de acera dos veces. El ejemplo de la foto superior se ve claramente a contraluz y con tonalidades de película de Alfred Hitchcock como en el tendido eléctrico acechan las rapaces.

Resulta que cada mañana hay una buena viejita que no tiene otra cosa que hacer que alimentar a dichas criaturas, como si no hubiese suficiente comida sobre el pavimento, las ratas aladas han encontrado en esa benefactora un restaurante para desayunar, pasar el rato con las amigas y gorgojear de sus cosas. Para desgracia de los transeúntes que ven como las huellas de todas esas joviales criaturas, queda reflejado a modo de manchitas delatoras sobre los adoquines, avisores para un ojo especializado.

La rebeldía tiene un precio y la zona verde que inauguró nuestro bien amado alcalde de Barcelona, le ha salido un rebelde, que al amparo de la oscuridad aprovecha para realizar sus fechorías. Los antecedentes son sencillos. En la calle han pintado rayas verdes a ambos lados para que los coches puedan descansar bajo un módico precio, punto para el Sr. Clos. Una buena noche, pasó un técnico para inspeccionar los grafitis en el suelo y se percató que el trabajo era erróneo y tenían que despintar una banda de la calle. Eso significa que la mitad de los coches no tendrían donde pasar la noche. Pero agudos de certeza, los obreros cualificados hicieron el trabajo que les habían encargado: eliminar la pintadas verdes del pavimento. Y así lo hicieron, dejando atrás las pintadas blancas que permiten aparcar a las motos en pleno lugar de transito.

Ahora la situación se ha vuelto cómica, los coches no pueden pernoctar, pero las motocicletas o vehículos de dos ruedas, puede entorpecer el buen circulamiento de los coches, aparcando allí dónde antes estaban resguardadas por otros coches, pero ahora solas e indefensas por cualquier golpe de aire.

La foto fue tomada ayer noche, pero esta misma tarde otras motos se han sumado al motín y todos los hospedajes para dichos vehículos están con cartel de completo. La pregunta es: ¿ cuanto tardará el ayuntamiento en darse cuenta de su leve error ?


Publicado en 2005-11-16-23-37

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