Círculo de confianza

Hoy ha ocurrido un hecho curioso, más bien ha sido culpa mía por no asegurar los medios y relajarme en el continente, pero en sí ha sido un acto de desconfianza y nada más que de mi propia mujer. Quién lo iba a decir. Ha sido fantástico.

Todo el mundo tiene su nivel de paranoia. Cada cuál define sus actos dependiendo de ese nivel, actos no solamente informáticos, actos que se extienden a la propia vida cotidiana. Esas mínimas medidas de seguridad son las que nos permiten mantener una integridad ante lo conocidamente desconocido. Por ello, cada individuo eleva el nivel dependiendo de los conocimientos que posee y de lo que quiere salvaguardar. Dos cosas que no tienen por que ir de la mano, pero si que guardan estrecha relación con el nivel de paranoia.

El conocimiento te da la seguridad de prever los acontecimientos y anticiparte con las medidas necesarias, de esa forma siempre se evitan sobresaltos innecesarios y situaciones de pánico. Entender el mal no es sucumbir ante él, sino utilizar la información para un beneficio propio sin alterar a los demás individuos. A eso también se le llama ética. Ese conocimiento te ayuda a rodearte, a utilizar y a crear ciertas herramientas para garantizar la estabilidad del propio ego.

Si algo me ha enseñado este mundo de desconfianza son que los secretos siempre acaban por descubrirse y cuando se sabe que existe un secreto, siempre nacen las ansias de terceros por descubrirlos, bajo cualquier medio. Los secretos siempre llaman a la luz pública. Por eso intento no tener secretos. ¿Imposible? Si. ¿Efectivo? Al cien por cien.

Quién me conoce sabe que mi nivel de seguridad es bastante elevado y quién haya recibido un correo mio sabe que siempre escribo las cosas firmadas digitalmente, aunque el destinatario sea incapaz de leer la firma digital, puede llegar a saber de una forma fiable y segura que lo que le llega es mio. Yo soy el primero en promover la firma digital para que las transmisiones sean seguras y sus contenidos auténticos.

No obstante, en contadas ocasiones se me escapa algún que otro correo sin firmar, eso significa que el correo es muy probable que no proceda de mi. Ese ha sido el caso de la desconfianza de mi mujer. Ha recibido un correo desde una cuenta, llamemosla fantasma, pero con mi dominio, indicando unos parches por instalar y una dirección url para descargar. Un correo bastante sospechoso. Al no estar firmado el correo parece hecho por una tercera persona intentando suplantar mi identidad y yo he caido en mi propia trampa de comodidad. No ha sido el caso de mi esposa, que al recibirlo y corroborar que no cumplía con los requisitos de mis anteriores correos inmediatamente me ha llamado por teléfono para verificar la autenticidad del mismo.

Ese simple hecho de confirmación ha sido maravilloso. La llamada indica un nivel de aceptación de mis niveles de seguridad, eso significa que la gente ya no reconoce como mio algo que no venga firmado con mi llave y por lo tanto su primera intuición (visceralmente siempre correcta) ha sido el de borrarlo. No obstante, ha preferido confirmarlo de forma verbal, una medida de seguridad muy efectiva y que ha sido fruto de su propia paranoia, paranoia que lógicamente ha sido contagiada de nuestra vida en común, de todo lo que le he podido enseñar y de todo lo que ha aprendido por su cuenta.

No es la primera vez que me pasa y tampoco es la primera vez que me reprochan que haya tenido ese momento de relajación, eso me confirma el vínculo que se ha creado entre mi seguridad y lo que los demás esperan de ella. El problema es que no es recíproco y pocos de mis contactos utilizan algunos de los protocolos más básicos en seguridad y aquellos que los utilizan, siempre lo hacen a un nivel similar al mio.


Publicado en 2004-10-13-20-24

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